Los conflictos son normales, saludables, necesarios y una fuente de crecimiento para los niños (y para los adultos). En la medida que logran solucionar los conflictos de forma satisfactoria, los niños tendrán una personalidad más fuerte y equilibrada y gozarán de una buena autoestima.
No hay que intentar evitar los conflictos y mucho menos intentar reprimirlos. Pero tampoco significa que no hay que tomar medidas que prevengan los conflictos en algunos casos (muchos niños con pocos acompañantes, niños muy pequeños, edades muy distintas, etc.).